Dieta e inteligencia
El siguiente artículo ha sido extraído de la
web Muy Interesante:
La dieta en el desarrollo de la
inteligencia es vital y ya ha
sido constatado por diversos estudios cuyas conclusiones ponían sobre la mesa
que la ingesta de una mayor cantidad de alimentos
procesados durante los tres primeros
años de vida conducía a cocientes intelectuales más bajos que los que sí habían tomado alimentos frescos en abundancia.
Ahora, un nuevo estudio
llevado a cabo por un equipo de científicos de la Universidad Estatal de Oregón
(EE.UU.) amplía esta información exponiendo que las dietas con altos contenidos en grasa o azúcares provoca cambios en
determinadas bacterias intestinales relacionadas con una pérdida valiosa de la
“flexibidad cognitiva”, esto es, la capacidad mental que tenemos para
cambiar de pensamientos alrededor de varios conceptos diferentes y pensar en
múltiples valoraciones simultáneamente.
Los investigadores
demostraron, además, que esta consecuencia negativa para nuestro funcionamiento
cognitivo se ve agravada aún más
con las dietas altas en azúcares, ya que el azúcar provocaba un deterioro
del aprendizaje temprano en los niños, tanto en la memoria a corto plazo como en la memoria a largo plazo.
La alteración del microbioma (formado
por unos 100 billones de bacterias) parece ser el nexo común de esta
deficiencia en la función cognitiva, según el experimento realizado con
ratones de laboratorio a los que suministraron distintos tipos de dieta y
sometidos posteriormente a varias pruebas para registrar los posibles cambios
en sus funciones físicas y mentales en relación con la dieta que había seguido
cada grupo de roedores.
Con solo 4 semanas de
dieta alta en grasas o azúcares, los ratones comenzaron a perder eficacia en
ambas pruebas, en comparación con los que habían seguido una dieta saludable.
“Cada vez está más claro
que las bacterias intestinales pueden
comunicarse con el cerebro humano: Esas bacterias pueden liberar compuestos
que actúan como neurotransmisores, estimulan los nervios sensoriales o el sistema inmune, y afectan
a una amplia gama de funciones biológicas. Aún no estamos seguros
exactamente de cómo se envían esos mensajes, pero los estamos siguiendo por sus
efectos”, explican los autores del trabajo.
El estudio ha sido
publicado en la revista Neuroscience.
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